martes, 16 de febrero de 2016

A esos estafadores que insultan al buen Hipócrates en nombre de la medicina

A todos esos médicos que no ayudan, tan modernos y sin embargo tan anticuados, que van a su propio interés y al de las farmacéuticas que les dan de comer, que no procuran la curación del paciente sino encasillarlo en enfermedades comodín que los harán crónicos de por vida.

No era (no solo) dermatitis seborreica; no era (no solo) psoriasis; no era (no solo) colon irritable; no eran (no solo) mareos espontáneos; no era (no solo)...

No eran (no solo)... tantas cosas que podría escribir más de la cuenta...




Era... ¿qué era?




Bueno, más bien, ¿qué eran?

Pues eran... ¡hongos!

Sí, señoras y señores, eran y son hongos, puñeteros hongos.

La de cosas que estoy recordando mientras me curo... sonidos, olores, sentimientos...

O Bladi O Blada... aquellos compactos de estuches rojo y azul que tanto escuché... Ahhh, María «Roma», que años después me los pidió...

Eso sí, no conviene abusar del orégano salvaje ;-)

Mmmm, ahora a cenar... aunque seguiremos recordando.

Eso por descontado.

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