Heredar toda esta melancolía, aceptar un armisticio vencido y, humillándome, adoptar su historia y sus costumbres, su pesadumbre triste al caminar, su ideario frustrado, su derrota.
Así, como quien quiere hacerse mayor, dejé de ser niño, me entregué a esa conciencia de adultos que me venía grande, de la cual fui defensor a ultranza, primero frente a niños, los de mi edad, y más tarde frente a otros adultos que iba viendo como contrarios, "los vencedores".
En mi aceptar el fin de las hostilidades, asimilación a sus costumbres a cambio, heredé todo un imaginario.
Cierto es que años más tarde me permitió entender sus emociones.
Sin embargo, aún me pregunto cuáles son las mías, si serían parecidas o distintas.
Me da miedo renunciar a todo eso. Sobre todo porque no sé cómo hacerlo. No quiero lavarme o borrarme el cerebro y, creo, no es la manera; mis recuerdos, mi historia (de vida) están tan in-asociados a ese imaginario, que me resulta hasta traumático solo imaginarlo.
Si no es renunciar a todo eso, sí que hay cosas que criticar activamente, que supongo que es mi papel en todos estos años, por aquello de que hay muchos pajaritos que señores como Sabina o Serrat han metido en mi cabeza, como en la de tanta gente.
Sí, Serrat ha cantado a Benedetti, por ejemplo, pero ha omitido buena parte de las estrofas importantes, de manera que ha cumplido con expediente de cara a quien aún no ha leído al menos los poemas de las canciones (periodistas, editores, sgaeros y otra gente de derecha) y, sin embargo, difunde versiones descafeinadas de los poemas, en una especie de dirigismo cultural, ideológico.
Sobre Sabina... Invito a escuchar su primer disco.
Y tantos otros...
Así, como quien quiere hacerse mayor, dejé de ser niño, me entregué a esa conciencia de adultos que me venía grande, de la cual fui defensor a ultranza, primero frente a niños, los de mi edad, y más tarde frente a otros adultos que iba viendo como contrarios, "los vencedores".
En mi aceptar el fin de las hostilidades, asimilación a sus costumbres a cambio, heredé todo un imaginario.
Cierto es que años más tarde me permitió entender sus emociones.
Sin embargo, aún me pregunto cuáles son las mías, si serían parecidas o distintas.
Me da miedo renunciar a todo eso. Sobre todo porque no sé cómo hacerlo. No quiero lavarme o borrarme el cerebro y, creo, no es la manera; mis recuerdos, mi historia (de vida) están tan in-asociados a ese imaginario, que me resulta hasta traumático solo imaginarlo.
Si no es renunciar a todo eso, sí que hay cosas que criticar activamente, que supongo que es mi papel en todos estos años, por aquello de que hay muchos pajaritos que señores como Sabina o Serrat han metido en mi cabeza, como en la de tanta gente.
Sí, Serrat ha cantado a Benedetti, por ejemplo, pero ha omitido buena parte de las estrofas importantes, de manera que ha cumplido con expediente de cara a quien aún no ha leído al menos los poemas de las canciones (periodistas, editores, sgaeros y otra gente de derecha) y, sin embargo, difunde versiones descafeinadas de los poemas, en una especie de dirigismo cultural, ideológico.
Sobre Sabina... Invito a escuchar su primer disco.
Y tantos otros...
No hay comentarios:
Publicar un comentario