Hoy me he tomado los probióticos que me ha mandado la naturópata. Así estaré durante al menos 6 meses.
Hoy me he acordado de ti cuando me ha entrado un antojo de migas y por suerte tenía dos paquetes en el frigo.
No las he hecho con huevo porque no me quedan.
Cómo te gustaban esas recetas apañadas con cosas ya hechas (de las decentes) y añadidos como en este caso los huevos.
Me doy cuenta de que te echo de menos y de que me siento terriblemente culpable de tu pérdida. Creo que no estuve a la altura de todo el cariño y todo el esfuerzo que me dedicaste de manera especial los años en que estaba perdido.
Nunca pensé que te fueras a morir, creí que lo teníais todo bajo control y creí que los médicos cuidaban de ti.
La enfermedad pulmonar incurable es probable que te la pegara yo y me culpo mucho por ello.
Me gustaría haber estado a la altura.
Me gustaría haber comprendido en todo momento que te podrías morir en cualquier momento.
Como cualquiera de nosotr@s.
Pero tú especialmente, con el cuerpomaltratado y diezmado por la quimio y la radio y la mente maltratada por aquel dolor de tripa que no te dejaba dormir y te tenía presa de la morfina.
Seguramente no me lo creía...
..... Y cuando pude darme cuenta, ya estábamos empezando a agruparnos en visitas cada vez más numerosas que anunciaban el presagio de muerte.
Te echo de menos. Dame alguna señal de que estás bien, allá donde estés.
Y si tienes un sello, manda una postal.
jueves, 31 de enero de 2019
jueves, 10 de enero de 2019
Comiendo a finales de los 90 Nocilla echada a perder
Mi
enfermedad «mental» y física vino años después; primero vinieron años
de esconder ropa por coser en los armarios de ropa, olvidar durante
meses alimentos abiertos en los armarios de la cocina y postergar
durante años la renovación de las paredes o los arreglos básicos de la
casa...
Algo
nos pasó... y yo solo sé que el olor de aquel bote de Nocilla abierto
durante cuatro meses en un verano en un armario olía igual entonces que
ahora huele mi ropa cuando está muy sucia...
Llegamos
a Pozuelo en el 92 y mantuvimos la casa al detalle hasta el 97.
Recuerdo que mi madre nos echaba sapos y culebras si manchábamos la
pared de alrededor de los interruptores al apagar o encender la luz.
Justo a partir del 97 empezaron mis picores (recuerdo el día en que algo me picó en la cama).
Y a partir del 98 mi tía vivía, con mi abuela, a dos portales, en nuestra misma urbanización.
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