martes, 9 de febrero de 2021

Historia familiar alternativa

Contexto

Muchas -a mi gusto- son las muertes que acumula mi familia en los últimos años.

Primero murió mi abuelo paterno, el abuelo Enrique, creo que en 1998, oficialmente de una trombosis en el lado izquierdo de su cuerpo.

Después vendría su mujer, mi abuela materna, la abuela Paula, creo que en 2002.

Por el lado de la familia de mi madre, las muertes han sido especialmente sentidas, ya que era muy poco numerosa y éstas han mermado de tal manera la propia familia que ahora solo quedamos 3 personas: mi tío Fernando, mi hermana y yo.

Por este lado, la primera en morir fue mi tía Luisa, la compañera de mi tío Fernando, de un cáncer terminal que se la llevó en 15 días.

Después fue mi abuela materna, la abuela Lucía, que primero experimentó un gran empeoramiento en su proceso natural de envejecimiento, por lo que la familia decidimos llevarla a una residencia, ya que dejó de valerse completamente por sí misma; se hacía caca encima, dejó de conocer... finalmente murió con (y no «de») una demencia senil avanzada (aunque quizá sí que fue la causa).

Después murió mi tía materna, la hermana de mi madre, la tía Carmen. Tras un periodo de empeoramiento en cierto modo parecido al de su madre, mi propia madre, con mucha tristeza, decidió llevarla a una residencia, esta vez de mejor calidad. Luchó mucho por ella, para conseguir los derechos de la ley de dependencia (lo consiguió por los pelos, y solo una residencia mejor a cambio de prácticamente toda su pensión, con lo que mis padres asumieron los gastos extra de su bolsillo).
Ella murió de, creemos, cáncer de pulmón, aunque no se le pudieron practicar ni las punciones pulmonares para analizar manchas muy sospechosas aparecidas en radiografía de tórax, dado su avanzado estado de envejecimiento en aquel momento.
Recuerdo que luchamos mucho contra otra afección que sufría; una distonía focal en el cuello que le hacía tener la cabeza de lado.

Después... después le tocó a mi madre. En 2013-14 empezó a experimentar algunos síntomas, como acampanamiento de los dedos, que poco después un reumatólogo identificó como posibles síntomas de cáncer, diagnóstico confirmado con varias radiografías de tórax y concretado en un cáncer que se extendía por todo su pulmón izquierdo y alrededor de la aorta.
Fue operada en 2015 y, como suele ocurrir, salió con dosis altas de opiáceos para el dolor, un envejecimiento de unos 20 años de golpe y un gran dolor de tripa que siempre, al menos a mí, nos intrigó, ya que los médicos no sabían a qué podía deberse.
Mi padre, una persona fuera de lo común, la acompañó día y noche en cada ingreso en el hospital, que fueron numerosos y en aumento, hasta que en la navidad de 2016, el día de Nochebuena, mientras cenábamos a su lado, se nos fue.


Esta pretende ser, aún a riesgo de parecer que no lo he superado (quizá es verdad que no lo he superado; son muchas muertes de personas muy muy queridas)...

Esta pretende ser una versión alternativa, una recreación de lo que podría haber sido y no fue.

La llevo a cabo porque quiero, porque en mi imaginario estas personas fueron justo las que menos se merecían morir, al menos para quienes nos quedamos aquí en el mundo de las personas vivas y las echamos a faltar cada día.

Como decía mi madre, Luisa Jimeno Simarro:

«Siempre se mueren los mejores»

«Lo peor es para quienes se quedan»


Este pretende ser un homenaje a la memoria, una memoria que el tiempo se lleva y solo las fotos y algunos momentos entrañables de reencuentro familiar logran resucitar fugazmente.


Relato

(Por hacer :)


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