domingo, 19 de septiembre de 2021

La herida

Me doy cuenta de lo inculto que soy y eso me abre una herida. 

La herida. 

O más bien me hace consciente de que esa herida siempre estuvo allí. 

Quizás la vida sea esa vida con esa herida y ser capaces de caminar a pesar de ella, de ese corazón quizá siempre herido.

Pero me rebelo, porque a pesar de mi herida, de esa herida que me da tanta vergüenza, sé que algún día, próximo quizá, daré con mis huesos en la mar.

Quizá para viajar a otras tierras, o a otros entenderes.

Me siento extranjero en mi tierra, si es que hay alguna tierra que sea mía.

Pero esa humildad con que se lleva la herida, es comparable a rejuvenecer y ser de nuevo un niño.

Solo me apena ser un niño de nuevo y no tener con quién compartir esta alegría de vivir, esos aprendizajes y esos descubrimientos.

Me siento acompañado, pero me siento solo. Tengo voces a mi alrededor pero la tarea es ahora mía.

La tarea, la vergüenza, la herida. Es vista por todos, pero solo uno mismo la sufre, la nota.

En esta parte del viaje quizá reclamo más que nunca una mano.

Pero desconfío de cualquier mano y la aparto.

O no sé qué hacer con una mano si lo que necesito es un paño con que curar mi herida vieja.

¿Acaso hallaré un paño, un aliento... un traductor?

Lo cierto es que entiendo poco, muy poco, y sin embargo mi cabeza parece en una primavera adolescente de que la que no consigo salir.

Lo que fui, lo que entendí que esperaban de mí, las promesas que dejé rotas junto a una mesa porque no quise conformarme con ser lo que se esperaba de mí.

Ahora, que nadie espera nada de nadie, ni siquiera de mí, me pregunto qué espero yo de mí mismo y qué estoy dispuesto a alcanzar para encontrar la cura de este corazón herido... que no para... de amarte.

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