domingo, 28 de junio de 2020

Carta a una hermana

Supongo que no ha sido fácil tener un hermano con tantos problemas emocionales. Mucho menos, colgarme el cartel de bipolar para normalizar a vuestra manera mis emociones durante años.

Sé que te has encargado de mí muchos años.

Sé que te he fallado unas cuantas cuantas veces.

Se dice que la familia siempre sigue ahí, o al menos tratamos de creer que la nuestra es así.

Pero la verdad es que nuestra relación hace tiempo que se degradó.

Está aquella época en que te independizaste de casa de tus padres y en la que te echaba tanto en falta. Está claro, yo era MUY dependiente emocionalmente. No lo niego, no quiero quiero ser un búnker de barro chapado de hormigón, ni un gigante con pies de barrio.

Años después me colé en tu vida, en tu casa, allí en Villaverde, y algo salió mal. No supe gestionar mis emociones y traté mal a tus amigas y a ti. Estaba sufriendo por muchas cosas, supongo que es lo normal sobre todo a esa edad, pero me cerré y os alejasteis.

Años después empezamos un poco de nuevo... pero ya estaba mi depresión y no sé, creo que eso sirvió para normalizar vuestro sufrimiento sabiendo que había algo con nombre y apellidos de lo que se podrían encargar otros. Nunca recibí ni advertencias por lo que supondrían los antidepresivos ni una preparación para hacerme cargo. Ni de médicos, pero ellos ya sabemos cómo funcionan, ni de familia, en la que yo confiaba muchísimo. No estuvisteis a mi lado.

Cuando se da la crisis del trastorno bipolar en el verano de 2011 se venía presentando una degradación importante de mis relaciones. No sabía si dejar ya de lado a todo el mundo del instituto con quien mantenía contacto (la mayoría de relaciones eran abiertamente tóxicas, al menos para mí). Acababa una carrera que me había defraudado («como a todo el mundo» me decíais, pero eso no apaciguaba mi dolor) y sentía que quedaba liberado y que podía empezar a llevar a cabo cambios.

Después de 7 años de antidepresivos que no me ayudaron mucho decidí dejarlos. Estaba harto y necesitaba empezar a tomar el control de mi vida. Fue una decisión sin criterio a la que sumé dejar de fumar por completo de un día para otro durante todo el mes de agosto.

Lo que os pude decir aquella noche en tu casa a vosotros tres era una acumulación de cuidados no recibidos durante años y una falta de guía familiar brutal por vuestra parte. No comparto lo que dije pero me gustaría remarcar que esperaba un trato más profundo desde que os conozco.

Siempre me he sentido un bicho raro a vuestro lado y casi nunca he encontrado consuelo. Sé que siempre me habéis visto como el niño tremendamente activo, el niño hiperactivo, el adolescente perdido, el adulto agresivo...

Ahora soy el importante, el pijo, el snob, el que se mira el ombligo... Pero los cuidados siempre me los he tenido que buscar fuera de casa.

He sido un hipocondríaco hasta la médula. Tenía dolores que venían del alma.

O no, como demuestran mis 2 protrusiones cervicales y mi hernia discal lumbar.

Pero lo que se estila en esta familia no es comprender; o se banaliza haciendo generalizaciones («yo también tengo, es que te quejas mucho») o se contemporiza («es que no te cuidas»). Joder, si estáis mal, vamos a cuidarnos juntxs. Y si percibís que no me cuido, os agradecería que me deis vuestra visión de cómo debería hacerlo; igual puedo aprender cosas e incorporarlas a mis rutinas.

En fin, después de lo de hoy me parece que se ha levantado un muro no sé si insalvable pero sí bastante grande. Un muro de incomprensión y de falta de respeto.

Quizá algún día podamos hablar pero hoy me siento herido y ya he tenido demasiado.

Hablamos.

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