Pues la cosa claro que iba de lucha de clases. Pero no sólo. Creo que a mi me quisieron hacer muy racional y me enseñaron a esconder los sentimientos.
Así es normal que me salgan tics y muecas cuando siento y me reprimo.
Además, encuentro este actuar muy de esa época en que importaba la apariencia, aquella primera impresión, que si era mala ya se podía dar por perdida la relación con quien la recibiera, y que si era buena, era presagio de grandes aventuras.
De pequeño recuerdo que era muy basto, ciertamente maniqueo y oscilante entre la alegría y la tristeza con una presteza enorme, casi tal como ahora soy, aunque me traten de estabilizar con yatrología, bueno, trate, ya que acepté hacerlo.
De pequeño era muy vago. Me gustaba no hacer los deberes en casa y luego hacerlos en cinco minutos antes de que preguntaran en clase. Aunque a veces también me gustaba hacerlos en casa con aquello de caer bien a los profesores... o las profesoras. Qué de amor profesaba por aquellas profesoras que me permitían mantener una conversación con ellas a un nivel que mis compañeros de clase ni imaginaban... ni aspiraban.
Siempre quise irme con la gente mayor que yo, no sé si porque tenía una hermana que me sacaba entre 4 y 5 años o porque realmente quería ir más allá.
El caso es a menudo se me pasaba lo de más acá sin haberlo probado.
No sé si me salté el Barrio Sésamo de arriba-abajo-izquierda-derecha pero recuerdo con nostalgia aquella ocasión en que descubría las cintas vhs de mi hermana y veía y volvía a ver «La bola de cristal», un programa que, por mi edad, no me debió haber tocado ver.
La bola de cristal creo que me metió en la cabeza ideas para las que no estaba preparada mi mente en aquella época. Aún ahora me lo pregunto, aunque me lo pase pipa viendo sus episodios.
De pequeño también era muy inseguro; desde no atreverme a iniciar una, alguna, ninguna conversación, hasta hacerme el valiente para demostrar que era atrevido y extrovertido, lo que me lleva a la siguiente afirmación: de pequeño era muy temerario.
Yo era (y soy) un ser sumamente sensible que, al fiarse de las apariencias del mundo, creyó que era el único que sentía con tal intensidad y trató de hacerse pasar por quien no era para tratar de encajar.
Sí, aquel mundo es más o menos este. Y aquel ser es más o menos este.
Entonces, la cosa cosa creo que iba de atreverse a sentir. No, no quería decir «asentir»... o bueno, lo mismo sí... atreverse a sentir es un compromiso, ¿no? Pues ya está.
«El vi de l'esperança, el vi dels sacrificis, l'esperança rompuda, plantar cara a la vida»
Así es normal que me salgan tics y muecas cuando siento y me reprimo.
Además, encuentro este actuar muy de esa época en que importaba la apariencia, aquella primera impresión, que si era mala ya se podía dar por perdida la relación con quien la recibiera, y que si era buena, era presagio de grandes aventuras.
De pequeño recuerdo que era muy basto, ciertamente maniqueo y oscilante entre la alegría y la tristeza con una presteza enorme, casi tal como ahora soy, aunque me traten de estabilizar con yatrología, bueno, trate, ya que acepté hacerlo.
De pequeño era muy vago. Me gustaba no hacer los deberes en casa y luego hacerlos en cinco minutos antes de que preguntaran en clase. Aunque a veces también me gustaba hacerlos en casa con aquello de caer bien a los profesores... o las profesoras. Qué de amor profesaba por aquellas profesoras que me permitían mantener una conversación con ellas a un nivel que mis compañeros de clase ni imaginaban... ni aspiraban.
Siempre quise irme con la gente mayor que yo, no sé si porque tenía una hermana que me sacaba entre 4 y 5 años o porque realmente quería ir más allá.
El caso es a menudo se me pasaba lo de más acá sin haberlo probado.
No sé si me salté el Barrio Sésamo de arriba-abajo-izquierda-derecha pero recuerdo con nostalgia aquella ocasión en que descubría las cintas vhs de mi hermana y veía y volvía a ver «La bola de cristal», un programa que, por mi edad, no me debió haber tocado ver.
La bola de cristal creo que me metió en la cabeza ideas para las que no estaba preparada mi mente en aquella época. Aún ahora me lo pregunto, aunque me lo pase pipa viendo sus episodios.
De pequeño también era muy inseguro; desde no atreverme a iniciar una, alguna, ninguna conversación, hasta hacerme el valiente para demostrar que era atrevido y extrovertido, lo que me lleva a la siguiente afirmación: de pequeño era muy temerario.
Yo era (y soy) un ser sumamente sensible que, al fiarse de las apariencias del mundo, creyó que era el único que sentía con tal intensidad y trató de hacerse pasar por quien no era para tratar de encajar.
Sí, aquel mundo es más o menos este. Y aquel ser es más o menos este.
Entonces, la cosa cosa creo que iba de atreverse a sentir. No, no quería decir «asentir»... o bueno, lo mismo sí... atreverse a sentir es un compromiso, ¿no? Pues ya está.
«El vi de l'esperança, el vi dels sacrificis, l'esperança rompuda, plantar cara a la vida»
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