Estos días, entre muchas otras cosas, me estoy dando cuenta de que, si bien antaño los «movimientos sociales» sociales eran el «guetto» y fuera de ellos el mundo seguía a su propio aire, ajeno a esos mundos; hoy en día, sobre todo con la cristalización de los movimientos «Occupy Wall Street» en EEUU y «15-M» en España, la situación ha cambiado bastante y ahora parece que los «movimientos sociales» se han imbricado más en la sociedad.
Menos mal.
Lo malo viene cuando las personas que actúan de ideólogas de estos movimientos se dedican a difundir una ética o una moral que puede pecar de ser más de lo mismo pero en sentido inverso (por aquello de compensar, supongo). La verdad, sigo sin aceptar que estos movimientos sean plenamente horizontales y, si no, miremos la dinámica de masas. Pero, en cualquier caso, he de reconocer que cada vez con mayor frecuencia me rechinan ciertos comportamientos.
Cierto es que la actividad de muchas de nosotras es retwittear o volver a compartir publicaciones y, cuando más, escribir basurillas como esta.
Es cierto, me siento acorralado, ya no tanto por mis actos sino, sobre todo, por mis pensamientos y, en última instancia, por mi condición biológica.
Veamos:
Estos mismos movimientos defienden que los géneros masculino y femenino son construcciones sociales y que esa división, el llamado «sexo», debería ser menos tajante y, en cualquier caso, sometida a la propia decisión de la sociedad.
Sin embargo, constantemente se habla de la opresión que ejerce el patriarcado o, peor aún, el heteropatriarcado, contra las mujeres. «Oigan, yo no elegí ser hombre, pero tampoco me arrepiento ni voy a adoptar una postura contraria a mi mismo, no me voy a inmolar».
¿Pero no estábamos en que había que someter a un debate mucho más amplio y profundo el de las identidades de género?
En serio, cada día entiendo menos y a cada momento tengo más y más ganas de alejarme de estos ámbitos y círculos, a ver si encuentro gente «cuerda y normal»... Sí, normal, que tenga un equilibrio y que goce de (o al menos busque construirse) un espíritu crítico.
En serio, me parece una locura la presión que se está ejerciendo, por ejemplo, en Facebook. También es cierto que me estoy dando cuenta de lo agobiante que puede resultar publicar constantemente algo que atente. Y, por eso, cada vez más busco el humor y el encuentro, aunque me meta en lugares comunes. Los prefiero, mil veces, al atentado constante que supone últimamente Facebook.
Claro está, cada cual elige lo que aparece en su «timeline» de Facebook. Pues bien, creo que me voy a liar a borrar a gente...
En fin...
Menos mal.
Lo malo viene cuando las personas que actúan de ideólogas de estos movimientos se dedican a difundir una ética o una moral que puede pecar de ser más de lo mismo pero en sentido inverso (por aquello de compensar, supongo). La verdad, sigo sin aceptar que estos movimientos sean plenamente horizontales y, si no, miremos la dinámica de masas. Pero, en cualquier caso, he de reconocer que cada vez con mayor frecuencia me rechinan ciertos comportamientos.
Cierto es que la actividad de muchas de nosotras es retwittear o volver a compartir publicaciones y, cuando más, escribir basurillas como esta.
Es cierto, me siento acorralado, ya no tanto por mis actos sino, sobre todo, por mis pensamientos y, en última instancia, por mi condición biológica.
Veamos:
Estos mismos movimientos defienden que los géneros masculino y femenino son construcciones sociales y que esa división, el llamado «sexo», debería ser menos tajante y, en cualquier caso, sometida a la propia decisión de la sociedad.
Sin embargo, constantemente se habla de la opresión que ejerce el patriarcado o, peor aún, el heteropatriarcado, contra las mujeres. «Oigan, yo no elegí ser hombre, pero tampoco me arrepiento ni voy a adoptar una postura contraria a mi mismo, no me voy a inmolar».
¿Pero no estábamos en que había que someter a un debate mucho más amplio y profundo el de las identidades de género?
En serio, cada día entiendo menos y a cada momento tengo más y más ganas de alejarme de estos ámbitos y círculos, a ver si encuentro gente «cuerda y normal»... Sí, normal, que tenga un equilibrio y que goce de (o al menos busque construirse) un espíritu crítico.
En serio, me parece una locura la presión que se está ejerciendo, por ejemplo, en Facebook. También es cierto que me estoy dando cuenta de lo agobiante que puede resultar publicar constantemente algo que atente. Y, por eso, cada vez más busco el humor y el encuentro, aunque me meta en lugares comunes. Los prefiero, mil veces, al atentado constante que supone últimamente Facebook.
Claro está, cada cual elige lo que aparece en su «timeline» de Facebook. Pues bien, creo que me voy a liar a borrar a gente...
En fin...
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