domingo, 8 de mayo de 2016

Sigo solo...

...tan solo o más que siempre.

Tan solo acompañado por mis sueños, por mis anhelos, por mis recuerdos.

Tan solo mecido en esta incomunicación, en esta infructuosa comunicación, en este rompecabezas sin solución.

Al menos los sueños que uno atisba a realizar acompañan como el fuego en una noche de circo en grupo, como el calor de tus compañeros a los lados, como las sombras de la caverna...

Pero hoy no hay caverna, no hay compañeros, no hay sueños en marcha; hay recuerdos, muchos recuerdos, y una situación incómodamente cómoda, apacible en tanto procura alimento pero tremendamente triste cuando uno recuerda ese por qué...

Los idiomas como vía de emancipación. Català, euskara, galego, para irme y, desde fuera, verme; ver mi tierra, mi gente... y descubrirme.


Me pregunto si es una necesidad para realizarme o para mi carrera profesional. Pero no quiero atender a esa distinción ahora. Siento que necesito afinidad y esta es la vía que encuentro.

Me alegro por reencontrarme con mis verdaderos gustos. Sin embargo, me exaspera creer que soy más atípico de lo que quisiera.

Extranjero en EH, extranjero en Catalunya... y extranjero en Madrid.

Es curioso, Madrid se supone que es multi-culti y que está abierta a todo el mundo. Pero tiene una manía uniformizadora y simplificadora que cada día me gusta menos.

Si al menos hubiera más centros en Madrid, a los que poder llegar en bici o a pie desde aquí. Definitivamente esta ciudad es demasiado grande para mí. Me quiero ir a algún lao más txiki :)

No sé si me atrevo. Ni tengo curro. Y siempre con mi gran complejo de impostor:

Impostor por no ser partidario *de* Madrid; impostor por ser *de* Madrid en EH; impostor por ser *de* Madrid en Catalunya; impostor por no ser *pro* ni *de* Madrid *en* Madrid...

Me siento un apátrida. A veces me gusta, pero en otras me da vértigo no tener una *patria* la que volver. Es entonces cuando corro el riesgo de idealizar las patrias de otras y querer adoptarlas como mías.

Es cierto, lo exótico suele resultar novedoso y atrayente, lo que no implica que sea perfecto. Pero sí que he soñado con vivir en Euskal Herria o en Catalunya.

Remontándonos al año 2000, cuando iba a empezar el Bachillerato en Pozuelo, recuerdo que quise irme a estudiarlo a Catalunya con algún tipo de intercambio o beca.

El verano anterior una chica catalana, Berta, que conocí en un viaje a Marruecos, me había descubierto que había mundo más allá de Madrid, con su continuo hablar en catalán con su familia. Recuerdo aquel Jeep en el que fuimos a ver el amanecer en el desierto. No paraban de hablar en catalán. Reconozco que me produjo celos y envidia. Luego, un año después, hicimos «piecitos» en un balneario en Andorra y ya no nos volvimos a ver, aunque me supiera su número de teléfono y dirección de memoria (aún me los sé).

Y volviendo a ahora, es como si quisiera afanarme en reparar todos los pasos no dados queriendo darlos con personas que quizás no son las adecuadas.


Si algo caracteriza mi vida desde el instituto en el año 2000 es la sensación de que todo es una gran estafa. No solo los políticos, eso está claro. Me refiero a las situaciones como grandes imposturas. Y la sensación constante de que algo huele a chamusquina...

Sí, eso, todo el rato intuyendo que esta gente no es la que debiera, que no estoy donde debo, «que me la han colado».

¿¿Dónde están mis amigos??

En cierto sentido sí tiene razón aquella canción de Extremoduro. Pero no están en cárceles físicas, creo. Están en esas cárceles que solo la separación y el tiempo pueden fabricar entre dos personas.

Nadie somos quienes éramos.

¿Cualquier intento de recuperar el enlace desde donde (creemos que) lo dejamos en futil?

A menudo jugueteo con la posibilidad de unirme a grupos de afinidades menos exquisitas pero más pegadas a la vida con el sol, a ver si...

Entonces, la dicotomía: ¿recuperar algo que quizás nunca fue o construir algo que quizás nunca será? Pregunta trampa pero que me dejó fulminado durante años.

En cualquier caso, una vez asumida la vida con esta contradicción, ¿cómo construir sin tener la sensación de la impostura mutua constante?

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