lunes, 23 de mayo de 2016

Vivir caminando con el suelo derrumbándose a tus pies, saltando y ¿sin asideros de ningún tipo?

Es curioso, estos cinco años de amistad contigo me vienen enseñando a romper mis expectativas.

Si soy amable, me haces sentir paternalista.

Si soy impredecible, me acusas de no querer contar contigo.

Si me pides mi opinión y te la doy, realmente no sé si te interesa ni si cuenta para ti.

Si trato de ser tu amigo, me hablas de tus amantes.

Si trato de ser tu amante, te haces la distraída.

Si me hago el distraído, te interesas.

Si te interesas, me intereso.

Si me intereso, te desentiendes.

Si me creo que tenemos algo juntas, me haces ver que tu vida es tuya y que puedes irte sola de los sitios por tus medios, que no me perteneces y... ¡que me follen! o algo así.

Estoy convencido de que la dependencia emocional es un mal cimiento para cualquier relación, del tipo que sea, pero con los años no puedo evitar querer instalarme en una zona de confort basada en significados compartidos, horizontes comunes y proyectos en camino.

A menudo me echas de esa zona de confort.


A veces flirteo con la posibilidad de meterme en tu piel por un tiempo, dejar salir a mi ser interior, vivir al día, buscarme la vida, agudizar el ingenio, construir con otras al margen de heterocontratos (contratos de otrxs). Atreverme a salir de la seguridad de mi mundo y vivir peligrosamente las horas de cada día.

A menudo me doy cuenta de que soy muy comodón.
Pero... ¿en serio crees que siempre hay que vivir fuera de la caja, caminando sobre piso que se derrumba, fuera de la zona de confort?

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