miércoles, 3 de enero de 2018

Adolescencia

Dicen que la adolescencia empieza cuando uno se plantea que su madre y su padre no soy omnipotentes.

Yo me di cuenta de que no lo eran cuando ella su murió y él no pudo evitarlo.

Anoche veíamos V. y yo una serie, Black Mirror, en la que una madre implantaba a su hija un sistema de monitorización cerebral después de que la niña se perdiera y estuviera a punto de morir en unas vías del tren a las que llegó tras seguir a un gato que apareció por el parque.

El dispositivo no solo permitía que la madre observara a través de su tablet con los mismos ojos de su hija portadora del «centinela»; también incorporaba un control para activar un mecanismo de defensa según el cual la hija veía difuminadas y oía distorsionadas aquellas situaciones que le podían producir niveles altos de cortisol (estrés de este siglo, peligro del antiguo, vida en cualquier caso, como veremos a continuación).

Tras años de tener el mecanismo de inhibición de situaciones peligrosas resulta que la madre descubre que su hija está muy por detrás de las etapas madurativas de su edad, así que decide desactivarlo.

Ocurre entonces que la hija aprende muy rápido, quizás demasiado rápido, experimentando aparentemente sin filtro, sin criterio...

Y cuando la madre trata de controlarla de nuevo... la hija le da una paliza y se va.

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Tengo la impresión de que a mi me ha ocurrido algo parecido...

De pequeño tenía mucho nivel intelectual y poca experiencia.
A medida que pasaban los años he tratado de ir ganando experiencia...
Pero siempre tuve endiosada mi madre y endiosado a mi padre.
No es que fuera imbécil y creyera que eran omnipotentes.
Pero siempre creía que iban a ser mi red.
Incluso en cierto momento creí que yo podía ser su red.
Tuve ideas desacertadas.
Me dio por salir todas las noches...
Di con la gente inadecuada.
Estuve muchos años perdido.
Ell@s me cuidaron tanto.
Quizás demasiado...
Me olvidé del mundo...
Y ahora es un poco tarde
Pero debo volver a vivir.

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